viernes, 17 de junio de 2011

Por Emilia Pereyra

Por Emilia Pereyra
En un grato  lugar de mi memoria, conservo el recuerdo de mi querida profesora Dionis Mañón, hermana de la orden de Las Carmelitas Teresa de San José, pues a ella le debo el descubrimiento, en mi adolescencia, de mi vocación por la literatura.
Al parecer la religiosa percibió mi interés por la escritura, cuando  era mi profesora de lengua española en el Colegio San José, de Azua de Compostela. Entonces, me animó a participar en un concurso literario, a nivel nacional, que entonces organizaba el Consejo Nacional para la Niñez (CONANI). Seguí su consejo y competí en el certamen. Obtuve entonces el segundo premio con un ensayo que titulé Familia de barrio marginado vive situación desesperada.
A partir de entonces, empecé a reunirme con otros jóvenes que comenzaban a crear un grupo, el Círculo de Estudios Literarios Azuanos (CIELA) del que fui parte muy activa. Posteriormente decidí estudiar comunicación social y me trasladé a Santo Domingo.
Esa etapa de la adolescencia, en la cual me sumergí en la literatura, fue vital y ha sido inolvidable a lo largo de los años. Sin la orientación de mi estimada profesora no habría encontrado mi vocación literaria a una edad temprana.
De modo que hoy y siempre recuerdo a la hermana Dionis  como una notable e inspiradora presencia en mi vida, y por esto le rindo homenaje.

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