viernes, 17 de junio de 2011

Teresa Gómez, Imbert, Puerto Plata

En realidad, no sé si doña Teresa Gómez (doña Tete) fue mi mejor maestra, lo cierto es que la recuerdo conmigo y con los demás niños, uno a uno, empeñada hasta que fuésemos capaces de leer o escribir los textos  del primer y segundo grados en la antigua Escuela Ranfis, hoy Juan Nepomuceno Ravelo de mi pueblo, Imbert en la provincia de Puerto Plata. De gran carácter y temperamento jovial, doña Tete sembró en mi conciencia no sólo lectura, comprensión, grafía y relaciones, formas geométricas y cálculo básico, me inculcó respeto y un alto sentido de responsabilidad. No se andaba con rodeos, estaba clara en sus propósitos, más nos valía seguir sus instrucciones y aprender; como cualquier otra maestra, puro garrote, claridad de pensamiento, sentido del deber y responsabilidad a toda prueba. Lo que hizo conmigo a muy temprana edad lo hizo también con los cientos de niños que alfabetizó en su dilatada carrera, y no tuve más remedio que aprender como lo hicieron todos los que tuvimos a su cuidado. Esmerada, puntual, cumplidora, respetuosa, responsable, humana, señorial, doña Tete no tuvo hijos, sus sobrinos y los alumnos a quienes tenía bajo su cuidado hicimos que no los echara de menos, parecía necesitar de su escuela y de sus alumnos con quienes llenó su existencia y a quienes enseñó a vivir y a aprender las primeras letras.

J. Adarberto Martínez.

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